domingo, 13 de junio de 2021

 

VIDA DE PERROS


 

Cuando el sol acobija mis recuerdos

y una música canta a mi corazón,

mi perra se acuesta a mi lado.

Quince años viviendo juntos, y ella,

Jamás preguntó por mis tristezas.

Ella me entiende, ella me escucha llorar,

ella me sabe calmar, ella jamás contará mi dolor,

y entregó su vida a mi lado,

como yo he desgastado mi transitar.

Tarde donde se perfora mi querer

y nadie me puede curar.

La herida es tan profunda,

que solo esos ojos nublados y envejecidos

por su ceguera, podrán ver mi alma.

Canto de llanto del pasado pregonan mi tormento,

como el dolor de su cadera marchita.

La brisa acaricia mi mejilla y a ella,

 recuesta el pelaje en su cuerpo cansado,

acostado en trapos mullidos para sus últimos días.

Se levanta, mi mano acompaña su lento pasar

y con ella me fui a caminar con mi traje deshilachado.

Tal vez cuando ella ya pueda partir,

me deje con mi destino golpeado

y con la falta de su tierna y frágil figura.

Se vuelve a enrollar en su mismo cuerpo enflaquecido,

se adormece, y su respiro profundo, cuenta su siesta,

mientras fijo la mirada a todo lo que hemos vivido juntos,

Y me doy cuenta, que han quedado caminos desvastados

por errores machistas y soberbios de juventud,

Y que ahora, solo son secuelas de dolencias que no cicatrizarán.

¡Hay tarde!… porque me dejaste transitar

por esos recovecos tortuosos

y sentir el peso de la vejez junto a mi perra.

Ella siempre me ha sido fiel y ha sentido amor por mí,

Y ahora, me doy cuenta que hemos vivido una vida de perros,

Con la diferencia que ella vivió una vida de animal feliz

Y yo, un animal que no supo vivir.

 

Orlando Mario Soverchia- YoAmor

 

                                       VIVIENDO LA MUERTE

 

El día se va recostando en una tarde cruel y despiadada, aquel viejo de casi nueve décadas, se encuentra ante la posibilidad de su última jugada con la vida. Su cuerpo, pequeño y enflaquecido por la enfermedad y la vejez, lo exponen sin vergüenza ante la mirada de algunos cercanos a él. Su mirada cada vez más fija, con ojos muy abiertos por no poder identificar la figura de quienes están a su lado, balbucea lo que quiere decir, y grita el dolor de sus huesos. La muerte está viviendo con él, le pide su alma, pero él desiste todavía; ella lo ataca con soberbia y desparpajo, e ironiza su estadía sin importarle que lo humilla. Lo abraza con delicadeza y muy suavemente le va cambiando el rostro, su nariz se va agrandando, la mandíbula se profundiza con la piel pegada a sus huesos, su boca se va marchitando y la comisura de sus labios, quedan marcadas alrededor de su mueca de sorprendido. No entiende que le está pasando, o sí. Por momentos cierra los ojos y la foto de alguien que descansa, se plasma en una macabra imagen de que ha perdido la partida. Se quiere ir, se quiere alejar de la realidad, no puede o no sabe, pero sí desea, no estar más, viviendo la muerte.

 

                                    Orlando Mario Soverchia- YoAmor             D/R

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