ABUELOS
Viajando por la enmarañada
vida, me detuve en una parte de ella,
fue el momento que necesité para contarles a ustedes… mis hijos, cuánto hay de sus vidas
formadas por sus abuelos. El tiempo parece tan lejano y a la vez tan cercano, que hoy los recuerdos se hacen presentes. Eran
pequeños con diferencia de dos años uno de otro, ustedes los varones, y ocho
después llegó
su hermana. El trajinar de su mamá y el mío era tan exigente, que sus nonos,
entraron en nuestras vidas como parte de una necesidad derivada a un mismo
amor. Por suerte para todos nosotros, estaban
para brindarles todo a sus nietos. Desde muy temprano, las abuelas se hallaban junto a ustedes, los
mimaban, jugaban, y se repartían el
día para cuidarlos, y así tenían el mismo contacto con cada una. Y contigo
mujercita ¡!!… Fue distinto, por el solo hecho que tus hermanos, ya grandes, tú
tenías un trato muy diferente a ellos, eras la bebé. Hacían una trilogía,
nietos, abuelas y abuelos. Desde muy pequeños a los tres les enseñaron su forma
de vida, sus costumbres, sus experiencias. El tiempo que les dedicaban
eran como si fuesen uno más de sus
amigos, jugaban a las cartas o cualquier juego de mesa, contando cuentos, muñecas,
juguetes de nenas, y en algún momento, se hacían cómplice de las inocentes
travesuras. Cada deseo de ustedes, para ellos eran una orden, no había tiempos,
límites y situaciones que se interpusiese al pedido que les demandaban. Cuando nos descuidábamos
les habían comprado golosinas, regalos de los que se les podía ocurrir, pero
ellos, nada los detenía, eran sus nuevos motivos de vida, diría que sobrepasaba
al amor de sus propios hijos. Era tan grande el sentimiento de ellos hacia
ustedes, que todo quedaba a segundo plano, comprometidos de mente y corazón,
por el pedido nuestro de que los cuiden. Los problemas de salud y hasta sus
propios tiempos, quedaban postergados. A medida que iban creciendo, exigían más
de sus vidas, momentos, cuidados, consejos, hasta ser anfitriones de amistades
en sus propias casas, pero no les importaba que no tuvieran privacidad, o
postergar compromisos con sus
familiares, solo la necesidad de tenerlos consigo y participar de sus alegrías,
era motivo para que todo lo dejasen para otra oportunidad. Fueron pasando los
años, ustedes crecían y ellos envejecían, ustedes los retaban y ellos
obedecían, pero eran felices igual, porque los tenían ocupados. Sabían que de a poco se alejarían, y por tal
razón aceptaban esas condiciones. Ustedes se hicieron hombres y mujer, tenían
vida propia e independiente, motivo que no observaron, ellos los veían
distanciarse, necesitaban más de ustedes, como así también, se fueron dando situaciones,
donde los tenían que ayudar. Decayeron, comulgaron con los sentimientos
encontrados de la indiferencia… Y no se dieron cuenta, que los abuelos más los
necesitaban, porque no había y no hay momento que no pregunten por cada uno de
sus nietos. Algunos nonos ya han partido, y los demás están marchitando entre
enfermedades y torpeza del tiempo, pero siguen preguntando y preocupados por
sus nietos. Ya solo se conforma con la información de lejos, algo
de independencia tiene, solo un
pálido reflejo de intenciones de
su autonomía. Descansa obligada en sus asiento dejando que las personas que
están a su alrededor, disponga de sus días. Días que le son difíciles, días
copiados de la rutina, días que nunca pasan y a la vez, l exigen a su ya
lento transitar. Por eso en este párrafo de recuerdos y algo del hoy, les digo
que yo también soy abuelo, pero también me he dado cuenta, que los nonos que
han tenido y tienen, fueron y son mejores, de lo que soy. Ah!!! … Preguntó por ustedes…
Papá
Orlando Mario Soverchia-YoAmor