miércoles, 9 de abril de 2014



MUJER DE LOS RECUERDOS
Donde estas muchacha con tus jóvenes 59 años
Tu imagen no se detiene ante la vida, pero si tu mirada
Dejas que el tiempo pase y lo sigues con mucha pasión
Nada le pides ahora, ya que mucho te ha sacado
Y nada necesitas ahora, más que nuevos amores tiernos
Sueltas tus movimientos y la fatiga para jugar con ellos
Tus ojos están ahí, como siempre, grandes y lleno de luz
Corazón pisoteado como las hojas de otoño en la vereda de tu vida
Pero lo alejas de tus intentos sensibles mal reconocidos
Cada estado del tiempo, muere una y otra vez, cuando ya no te veo
Siento espacios muy lejanos sin persistencia,  logrando malos vientos
Estoy a tu lado con mi esperanza casi vencida, pero llega la vergüenza
Que no me deja pensar que todo fue real y no un sueño
Como te siento en  mis brazos sin saber que lo que piensas
Sin embardo abrigo el calor de tu cuerpo junto al mío
Y mis manos acariciando tu cintura y tu piel, sintiendo
El erizo derramándose por doquier y tu boca deja vencer
Mi locura habla para la nada y lo invisible del sentimiento
Deja la sorpresa y la confusión en mi mente ya reposada
Pero nada se aleja sin que tu imagen y tus recuerdos
Vuelvan a mí a cada instante ante mi soledad
Y acompañen con tu figura imaginaria las caricias del amor.
YoAmor

lunes, 10 de marzo de 2014



                                                    “Abandonada”

Celeste es el domingo,
Violeta desde una de mis ventanas,
Triste jornada de soledades
Y en mí, una crisis,
De decisión, de abandono.

Celeste es el atardecer,
Violeta desde una de mis ventanas,
Espero la noche libre, en la casa;
Espero a la esperanza, la espero y muero.

Suben al cielo los colores,
Se hospedan, se asientan y mueren,
Allí en lo inmenso con la noche apresurada
Y yo aquí en la casa,
Entre su soledad abandonada.

Emanuel Soverchia

“Lejana caminante” (viajera de soledades)



No sé como expresarme

Son demasiadas cosas que decirte,

Me pierdo en mis calles

Cuando hablas en mi mente.

Es difícil quererte,

Casi imposible tenerte,

Lejana caminante eres,

Viajera de soledades;

Te siento tan mía aveces


Y a mi menor descuido desapareces;

De fríos inviernos vengo a buscarte,

Reina absoluta de las primaveras;

Pareces dudar escaparte

De éstas historias verdaderas.

Te quiero, y lloro por eso;

Te quiero, es una alegría desperdiciada;

Tienes ya la sonrisa en tu rostro;

Déjame aquí, seré yo, el que llore.

Tuve tu mano entre las mías

Como un ave acurrucada en su nido,

Con ternura me exigí no soltarla por un momento

Y aún más creí que me pertenecías.

¡Que tonto!, es verdad, tienes razón;

Dímelo, lo acepto, ¡que tonto!.

Aún así, té extraño,

Te siento, golpeas mi corazón


Y los golpes casi ni se oyen,

Caminas descalza

Para que yo no escuche tus pasos;

Cierras tus ojos

Para que yo no pueda mirarlos,

Creo que me estoy enamorando...

Lejana caminante eres,

Viajera de soledades,

Te siento tan mía aveces

                                                           Y cuando intento decirte “Te quiero”, desapareces


LAS TRES DEUDAS DEL HOMBRE


El hombre nace con tres tipos de deudas la deuda con Dios, la deuda con los sabios y la deuda con los padres.

Dios está presente en todas y cada una de las células del cuerpo humano y es Él quien protege y sostiene la vida humana. El hombre, por consiguiente, está profundamente endeudado con Dios, quien vibra en cada miembro de su cuerpo en forma de energía Divina. La única manera en que el hombre puede saldar su deuda con Dios es llevar a cabo acciones sagradas y trabajando para el bienestar de sus semejantes. Es por ello que se ha prescrito el sendero del servicio para que el hombre salde su deuda con Dios. El hombre no debe servir sintiendo que le está haciendo un favor a los demás, sino comprendiendo que está saldando la deuda que tiene con Dios. Cada pequeño acto de servicio reduce en cierta cantidad la deuda con Dios. No debes anhelar los cargos de autoridad. Debes comprender que se te ha dado el cuerpo para servir a los demás. Un verdadero servidor es un verdadero líder. Debes santificar tu vida tomando el sendero del servicio y saldando tu deuda con Dios.

La segunda deuda que el hombre debe saldar es la deuda con los santos y sabios. Los sabios de la antigüedad conocían el pasado, presente y futuro del hombre. Ellos conocían los secretos del Dharma (la rectitud), Por lo tanto, prescribieron diversos códigos de conducta y senderos espirituales para el hombre a fin de que éste pudiera realizarse en esta vida y de aquí en adelante. El hombre puede amortizar su deuda con los sabios siguiendo y practicando sus enseñanzas conforme a su letra y su espíritu.

La tercera deuda es la deuda con los padres. Los padres se sacrifican mucho para criar y educar a sus hijos. La madre es la primera maestra del hombre. Los Vedas dicen: "Reverencia a tu madre y tu padre como si fuera Dios". A fin de saldar la deuda con los padres, uno debe encontrar el modo de no nacer nuevamente.
Cuando naces del vientre de tu madre, no hay guirnaldas de perlas y oro en tu cuello. No hay collares de gemas y esmeraldas. Pero, sin lugar a dudas, hay una guirnalda en tu cuello – una guirnalda formada por las consecuencias de tus actos pasados, tanto buenos como malos. Esta es la guirnalda que te ha dado Dios. Una vez que naces con esta guirnalda de karma, debes vivir tu vida de modo tal que no nazcas nuevamente.
El hombre nace para saldar estos tres tipos de deudas, no para acumular riquezas y desperdiciar su vida en goces mundanos. La gente de la era moderna afirma ser devota de Dios, pero sus actos desmienten sus afirmaciones                   

                                                                                                      Sathya Sai Baba