Esa paz…
Aquel día, era uno más, pero
distinto, tan distinto que de un momento a otro, pasó a ser el más raro. Cada
segundo, cada instante, cada momento, cada tiempo, era el más terrible de la
vida. No se sabía que pasaba, no se entendía que fue, que desató esa crueldad, el
porqué, por quien y para quien era ese terrible tormento a los sentidos… Pero
el desorden de la inteligencia ya había hecho estragos en la humanidad, nadie
sabía dónde se encontraba, donde tenía que buscar y por quien buscar. Orden es
lo que se necesitaba y no se podía, pero entre las ruinas de las personas, se
halló lo que a todos de una manera u otra los hizo seguir el instinto del
hombre, el sentimiento más simple, el más difícil, el más complejo, el más
tierno, el más serio, el más exigente, pero el más completo: EL AMOR. Por él, corrían,
buscaban, lloraban, enloquecían, reían, y desanimados se mostraban solidarios,
compungidos, pero todos con el dolor, con los gritos, con el silencio, con la
bronca o la impotencia, se doblegaban ante la morbosidad de la injusticia, las
miradas de los pocos, mutilados de la razón, la comprensión, el entendimiento,
de la precaria supervivencia… Juntaron los restos de las miserias que algunos
pocos, sin alma de ser humano, sembraron terror sin piedad. Pero desde que el
mundo es mundo, desde que yo existo, desde que todos nosotros existimos, desde
que la mayoría en este planeta existe, sabemos, urgimos, reclamamos, obligamos,
que para vivir en esta viva, se necesita amor, y para tenerlo, se necesita paz,
nuestra paz. Esa Paz… para este mundo.
Orlando Mario Soverchia- YoAmor